nada
No me detuve, pude sentir una vez más el viento golpeando mi rostro, mi mismo rostro pero diferente, un rostro hinchado y demacrado pero mi espíritu fue joven otra vez, volví a bajar el gran boulevard de principio a fin, cruce de prisa aquel gran camino de la serpiente, tenía el vehículo preciso, los frenos de esa bicicleta son como un ancla que detiene ferozmente a cualquier buque. Las llantas con la presión exacta para quemar el asfalto, volví a montar aquella bestia de acero sin ningún temor y sin límites, todos los semáforos para mi son verdes, todos los baches, los malditos baches los salto como un saltamontes nocturnos. Me sentí ágil como una gacela, las enormes bestias que crujen egoístamente ya no me causan temor y la verdad es que nunca lo hicieron, si les tengo un rencor vivo por sus aires absurdos de grandeza y su falta de empatía. Pedaleé a la par de los automóviles y mi motor humano era igual de veloz que su motor de combustión interna. Revivi por un instante aquella euf